Viernes 8.30 am en la calle Malvinas. El se va a trabajar afuera. A Rosario. Yo me voy a Corrientes, Corrientes al 2000, al Curso de Diseño Gráfico Digital. Nos despedimos en la planta baja con un beso intenso y un abrazo largo que no puedo prolongar porque se me hace tarde. Llego al subsuelo y atravieso la cochera con el paso cansino. Podría darme la licencia de llorisquear camino al auto, total, pocas veces me cruzo algún vecino. Pero no, me guardo el drama para disfrutarlo en la libertad que me otorgan el volante y una playlist lacrimógena. No se va al exterior y no se va para siempre. Pero el concepto, la idea, la situación que implica la distancia física me entristece largo y tendido. Mientras manejo, dejo que las melodías tristes se propaguen. Pero unas cuadras antes de llegar al estacionamiento de Junín y Corrientes, pongo un tema bien arriba, para cortar con la melanco antes de detener el auto bajo el PARE AQUÍ.
_¿Vas a la Da Vinci?
_Sí señor
Y mientras me deslizo en esa media cuadra hasta la avenida, me chupo lo saladito de las lágrimas antes de entrar al aula. Me cambio de traje, de piel, de personaje, y entro con paso fuerte, segura, feliz de ir a aprender lo que me gusta, de haber encontrado ese curso, porque pocas hormas me calzan tan bien como esa. Y así, la ausencia que duele se vuelve intermitente hasta apagarse. Y la presencia de Amelia se destaca en sus comentarios, se hace papel en sus garabatos, se refleja en sus archivos, se guarda en las referencias que la llevan por el proceso creativo.

Te amo amelita
Yo más, Josefina María, mañana estaremos haciendo la cola para buscar esa felicidad hecha ticket.