Síndrome del creativo

Últimamente duermo muy poco, si es que puedo utilizar este adverbio para referirme a los últimos seis meses de mi vida. Cualquier persona que se encuentre incubando ideas o proyectándose hacia algo que todavía no termina de tener forma, puede sentirse identificada con este estado de alteración del sueño. Que en realidad se trata de un estado del espíritu, motivado por la necesidad de volcar esa información que viaja por el cerebro en diferentes direcciones como locos autos chocadores. Y por eso opto por el clásico pero infalible recurso de disponer de una libreta y una lapicera en la mesa de luz, o en su defecto, una laptoc. Esta sugerencia está en el ABC de las recomendaciones que brinda la literatura para creativos y de verdad y es útil para el esbozo de algo que puede llegar a ser grandioso. La libreta debe viajar con uno las 24 horas del día porque nunca se sabe cuándo una imagen, una escena, un color, una forma, un movimiento, puede capturarte. Y nada mejor que registrarlo en ese mismo instante. Decidí dejar de comprarme cuadernos bonitos, de tapa dura y bastante caros, que tenían la misma suerte que las agendas de iguales características; terminan convirtiéndose en objetos decorativos.

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