Soñé que algo se rompía. Creo que un diente. No quiero pensar en que algo se cae o se rompe, porque pierde su estado original. Son las 7.30 de la mañana. Todavía tengo la sensación de tu piel sobre la mía. Y el destello de tus ojos, esos círculos oscuros y misteriosos en los que el tiempo se vuelve elástico. Me da paz mirarte, permanecer en silencio mientras busco el hueco entre tu cigarrillo y el whisky para besarnos. Es fácil besarte. Es rico besarte. Tu boca, una necesidad recurrente.
El tiempo con vos. Tenue, húmedo, cálido, circulando entre mi torpeza y el deseo de comernos despacito. Recorro los trazos de tu cara una y otra vez, los redibujo con mis labios, rectifico ese diseño fino y singular con las yemas de mis dedos. El tiempo con vos. Sin artilugios, sin parafernalia, sin grandilocuencias. Te complazco para complacerme. Me complacés para complacerte. Un enunciado que engaña por construcción o por redundancia.