Loop

Esa mente que tiene, cómo se expresa. Sus gustos, sus dudas, su fervor. 
Ese modo que tiene es un imán.

Son las 7.30 am del último domingo de agosto de 2021. El desvelo constituye una necesidad biológica de disponerme a escribir. Mis piernas sostienen el soporte por el que mis dedos liberan las líneas que te convocan, mientras un rayo de sol se cuela entre el espacio que separa a las cortinas, trazando una estela naranja sobre la mitad vacía de mi cama. Suena Aristimuño, suave, nostálgico y preciso:

Quiero besar tu mirada, antes que cierres los ojos.
Quiero besarte dormido y despertarme en tu boca.

Vos.

De vez en cuando, me convenzo de darle un descanso a la ilusión, pero mis argumentos no la disuaden.
¿Debería soltar la posibilidad de vos? ¿Debería abandonar este diario anacrónico en el que te comparto pedacitos de vida?

Quedé suspendida en el fervor de aquella tarde del 27 de diciembre de 2019, en la esquina de la luz. Desde algún tiempo impreciso, decreté a la intersección de Nicaragua y Arévalo, la más luminosa de toda Buenos Aires. Porque ahí te vi por primera vez y algo en mi cosmovisión cambió para siempre. O todo. ¿Aunque decir todo es no decir nada? Quedé prendida de esos 10 días en los que nuestras almas se conectaron de un modo mágico, orgánico, transparente.

El tiempo transcurrido puede sosegar el sentir, amansar el espíritu, encausar el vendaval. Pero no callarlo, reprimirlo, negarlo.

Mis deseos laten en ese aire cálido y húmedo, que entreveran sueño y realidad.

Estoy un loop de tus besos, de tu lengua, que hace, que dice, que provoca :::

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