Tenemos un grupo de WhatsApp con mis amigas del taller de Literatura. Hablamos de la vida, del trabajo, de nuestras realidades en la Argentina y fuera de ella. De las que quedamos, de las que se fueron, de las que se irán. De los hijos, de cómo crecen y se vuelven difíciles y lejanos. De los hombres, de los compañeros de vida, de los chongos.
– Qué paja las primeras citas.
– Dejen de perder el tiempo en Apps.
– Nos llevamos bien, nos matamos a veces pero lo normal de estar juntos todo el día y solos.
Cada una con su realidad. Soy la menor del grupo, y por eso, las chicas creen que conservo cierta ilusión que prefieren no neutralizar. No se equivocan, a pesar de mis cientos de primeras citas, de algún modo inexplicable, conservo un saldito de fantasía. ¿Demasiadas citas, te parece? No me enorgullezco ni me ruborizo. Debo ser una idealista del amor, una romántica empedernida o una jodida implacable que todavía no encontró la horma de su zapato. Claro, ancho 40 y medio y largo 41, no cualquiera maneja el calzado a medida. Como buena hija de emprendedor, no me rindo y no niego que mis relatos estén más cerca de un asiento contable que de historias amorosas exitosas.
Sigo apostando de un modo calculado. Era hora de que calcularas un poco, Amelita. Tan soñadora, dramática, manipuladora, enojona, caprichosa, novelera. Tan de ir con tu corazoncito lábil, casi fuera de tu cuerpo, como una ofrenda para regalar a cualquier gil que te presta un poco de atención. Puede ser que tenga alguna expectativa, no lo niego. Pero si no, ¿para qué activo toda esta maquinaria infernal? Esa cuestión livianita y desinteresada que nos propone la virtualidad nos ha vuelto unos soretes, y con este enunciado me disculpo de haber sido una mierda con algún chongo. Y con chongo, me refiero a aquel con el que hubo más que palabras bonitas, emojis y boludinas, hubo encuentro en el mundo físico. Como si el tiempo no valiera de nada, como si aquella persona con la que compartiste algo no fuese más que una foto de un desconocido ¿Qué pasó? Nos estamos deshumanizando. Y es loco, porque la ecología se quema las pestañas promoviendo campañas alentadoras del consumo inteligente, de reducción de basura, y toda una perorata no menor. Y muchos compramos ese speech, queremos ser ecológicos, considerados con el medio ambiente, pero no podemos comportarnos como humanos con otros humanos. Porque todo dura lo que una historia en Insta. Todo debe ser chill, que fluya bebé. Y nada menos fluido que coger con un extraño del que tenés un par de chats, algunos llamados y una grilla de fotos especialmente elegida para encantar.
Tanto hedonismo me desconecta de lo que verdaderamente importa. Debe ser que estoy demasiado enfocada en los chongos. Basta de decir chongo. Empecemos por ahí. Tengo que dejar de mirarme el agujero que tengo en la panza, abandonar mi frasco, levantar la vista para ver que Elena se ríe como una loca, que ya come banana, batata y pescado al vapor, aunque la palta sola no le cabe tanto. Tengo que reservar la parrilla para que Flor y Pepe hagan el asado dominguero tantas veces prometido. Tengo que salirme de los quilombos diarios del restaurante y encauzarme en mi proyecto de comunicadora. Tantos tengo, tengo.
En fin, sigo apostando a lo que sea que pueda proveerme este mundo de hoy. Como la sabiduría que plasmo en estos 7 consejos que nadie me pidió para desenvolverte en las Apps de citas:
- Evitar la palabra cita al acordar un potencial encuentro con un sujete. Aflojemos con la pelotudés del inclusive, que el tema no va por ahí. Cita es un término demodé y genera cierta actitud de cuarentena estricta.
- Elegir un lugar neutral. A lo de ni en tu casa, ni en la mía ni en un telúrico te agrego: elegir un lugar que no conozcas, o al que tengas ganas de ir a pasear, a comer, a beber, a rollear, whatever. Una experiencia más craneada te permite amortizar cualquier situación incómoda, a saber: falta de diálogo, conexión, química o sentido del humor. Si tenés que subtitular, ahí no es.
- Tener claro que química mata ilusión. El biri biri se puede ir alegremente a la mierda con solo rozarle los labios y no sentir el chispazo. It´s a kind of magic. En serio, se va todo al carajo sin chemistry. Cuando explicaban física y química, yo le daba al bombo leguero en la clase de música. ¿Se ve que no prestaba atención? O escribía pelotudeces en las hojas Rivadavia: hoy lo vi a Fulanito y bailamos un lento de Ricky Martin. Corazoncito, sticker, sticker posta, de felpa; pedazo de guirnalda de un asalto pegado con cinta scotch del lado de atrás. Porque ante todo, prolijita.
- Usar el predictivo. Una palabra impertinente puede dar pie a una conversación hilarante. No hay torso, billete, título u oficio que supla al uso correcto de la Lenguay del ingenio.
- Manejar expectativa cero. Ilusión cero. Alcohol cero. Pará. Porque nada puede garantizar una experiencia feliz, no importa la fuente de la que proceda el candidato, si su currículum fue referido por alguien de suma confianza, o fue reclutado personalmente. En tiempos modernos, de poco sirve haber intercambiado tu visión del mundo o unos cuantos fluidos.
- Reconocer cuando el otro está en un channel diferente, bebé. Sí, queride, toma tus cartas, tus cosas y nunca te arrepientas, dame la mano, un beso y pega la vuelta. En serio, jugá limpio. Si no te gusta que te ghosteen, no ghostees. No te dejes fantasmear por ningún sujete que convulsione con emojis o le huya al feedback.
- Marikondear la chongoteca. El orden y limpieza trae alegría. Reciclar hace bien. Si ya no te hace feliz, afuera.
Que lo único que te deje recalculando sea la gallega del Waze.