Hace más de un año, no sé con precisión cuántos meses y me gana la pereza como para urgar los primeros archivos que dan cuenta del tiempo exacto, me puse el objetivo de escribir una novela. Ese deseo surgió como producto de haber iniciado un taller de escritura autobiográfica en el que los participantes, todas mujeres, tenían proyectos avanzados, a mi juicio mucho más ambiciosos que el mío, que era simplemente, encontrar un espacio, un lugar, un marco de contención, una guía para encauzar mi necesidad imperiosa de escribir cuanta vivencia, reflexión o anécdota se me cruzara por el teclado o la libreta de almacén. Tenía tela para cortar y eso es algo que debo agradecer a mi sentido dramático de la vida, y en especial, a mi empecinamiento con Santiago, el primer tipo del que me convencí estar enamorada, o loca por. Porque es trivial, sabido y repetido hasta el hartazgo en el romanticismo, que lo imposible, lo jodido, lo torcido, da material para una trama que jacta de compleja. Mi propia trama, la de una pobre víctima que busca el amor en el lugar equivocado aferrándose una y otra vez a sus desdichas amorosas. Gracias a todo lo que no pudo ser, la historia se volvía un poco más jugosa con el correr de los capítulos, que había logrado dividir con poco juicio y mucha arbitrariedad.
Fue así que el taller avanzó, y mis compañeras, responsables, formadas en el arte de leer, encendidas por la pasión de sus proyectos, terminaron sus novelas. Pero yo quedé varada ante la imposibilidad de ordenar la historia, ante la incapacidad de comprender qué era lo que quería contar y cuál era pretexto para lograr que alguien me leyera. Porque huyo del orden, de los marcos, de las estructuras, de lo lineal, de lo cronológico, y dejo que el caos se apodere de mí, y lo dejo poseerme, y lo vuelvo mi estandarte para sostener la idea de que no puedo terminar lo que empiezo porque se me hace cuesta arriba. Y heme aquí, ahora, escribiendo en este espacio que alimenta mi ego en detrimento de la meta inalcanzable.
Soy Amelia. Tengo 30 años y estoy escribiendo la historia de mi vida.