Un grano en el culo

De como la gastronovida no deja de sorprenderte y ponerte en jaque de modo constante. Porque en ese mes en que todos los días es Navidad, tenés que salir a buscar personal eventual, porque el restaurante hierve como nunca en el año. Y es lógico también, porque todo el mundo hace balances para esa fecha, come pan dulce y garrapiñada para esa fecha, deja un diente en un turrón para esa fecha, brinda más para esa fecha, se junta con todos sus grupos sociales para esa fecha, se da más besos para esa fecha, se estrecha las manos transpiradas para esa fecha. Porque se pone más emotiva y porque hace un calor de cagarse. Y también se pone más demandante para esa fecha, porque todos eligen los mismos días, y vos pensás, lpmqlp, tengo el local abierto prácticamente todo el año, a excepción de la primera quincena de enero, y hay un acuerdo colectivo descorchar la sidra y el champán los últimos 20 días del año. Y sí, ya sé, es fin de año, pero también se podría brindar a mitad de año. ¡Brindo por la otra mitad!
De como la gastronovida no deja de sorprenderte cada vez que tenés que incorporar a una persona al equipo estable. Aquí va la secuencia. Publicás una oferta en algún portal para empleadores y postulantes de trabajo. También, en el muro de tu Facebook, aunque sepas que no va a salir ningún candidato, expresás tu necesidad como antes se gritaba a los cuatro vientos, porque no sabés qué dirección tiene los cuatro vientos, y el gps tarda demasiado en cargar la información. Y publicás en grupos cerrados de esa misma red social, que nuclea a gente interesada en tu oferta. Después, es una cuestión de suerte. Antes de las 24 horas, nadie se pone en comunicación, y tu desesperación crece como las burbujas de agua hirviendo, porque el tiempo te corre, porque el tiempo es tirano, el peor de todos. Y cuando creés que te está por alcanzar con sus agujas punzantes, ZAS. Lluvia de mensajes al celular, llamados telefónicos, ahora muchos chats de whatsapp de posibles candidatos para ese puesto. Algunos se muestran muy responsables a la hora de cumplir con el simple requisito de enviar un curriculum con foto y referencias al correo electrónico del empleador. Y a vos te resulta el gesto más conmovedor de los últimos tiempos, más que adoptar un can de la calle. Ni hablar si los convocás a una entrevista y se presentan. Te parece mucho más conmovedor que palabras de María Teresa de Calcuta y te dan ganas de tatuarte una frase de Mahatma Gandhi. Pero la panacea sufre la hiperinflación y Disney está más enfocado en las moralejas que en los finales felices, y no queda más que aceptar la realidad, tan fría como cuando se te apaga el calefón en la ducha en pleno invierno. El pibe predispuesto de esa primera entrevista, te planta la noche más emperrada del año. Ese otro cristo que te llamó a la mañana, te mandó el CV y citaste para las 17.00 para empezar a trabajar, te planta la noche más emperrada del año, y encima tiene el tupé de enviarte una solicitud de amistad en Facebook.  Y automáticamente te convertís en el ñino que se cuelga de la falda de la madre en la puerta del jardín para que no lo deje. Le rogás que se quede, que venga a trabajar, le ofrecés un plato más tentador, pero no hay manera de convencerlo. Porque seguro le haya surgido una oportunidad mejor, o tenga cosas más importantes que hacer, que no pueda mandarte un mensaje para decirte que rechaza tu oferta. El plantón es más fácil. Pero no todo está perdido. God, can you hear me? Dios te escucha, porque Dios es amor. Coro de ángeles que llenan el aire de música. Es la aparición de María Magdalena, o Magui, como se hace llamar en su whatsapp. Tiene una voz penetrante que irradia alegría ante la posibilidad laboral que se le presenta en El Cuchitril. Entonces combinás un horario para entrevistarla y que se incorpore lo antes posible si todo sale bien. Y a vos te parece que te cayó del cielo. El primer día de trabajo te parece que puede andar. Al segundo día, empieza a renguear. Al tercero, es un grano en el culo.