Te amo

Porque esta vez, a Amelita Dinamita le toca dejar a un costado sus infortunios y someterse al proceso de contar, tratando de esquivar la melaza, cómo fue la primera vez que recibió un “te amo”.
Estaba tan feliz de haberlo encontrado… cuando él le dijo te amo, nena, Amelita dudó y hasta pensó en preguntarle si no le parecía demasiado pronto, si estaba seguro de lo que estaba diciendo. Pero después de caminar en círculos, logró frenar su escepticismo galopante. Se dejó llevar por sus sentimientos y la intriga de saberse amada por ese rubio punk. Con el correr de los días, el te amo va tomando sentido. Cada mañana, cada tarde, cada noche. Cada vez que Amelita lo mira a los ojos, que lo ve sonreír, que le acaricia la frente, que lo siente cerca. Cada vez que duermen juntos y se quedan dormidos, abrazados. Cada vez que ella se despierta en la noche por culpa de su sueño liviano y él le pregunta si se encuentra bien. Cada amanecer en que lo ve acostado a su lado y se siente afortunada. Cada vez que ella empieza a hablar de un tema, y tira otro, y otro, y otro más, y los deja abiertos como las ventanas de su computadora que nunca duerme, y él logra, con su sorprendente concentración y capacidad de síntesis, darle una respuesta a cada uno de esos cabos sueltos. Cada vez que lo espera y lo besa tiernamente casi sin cruzar la puerta, como si hubieran pasado meses sin verse. Amelita, tan llorona, tan freak de la cerámica limpia, tan mimosa, tan esforzada por ser ordenada, tan caótica para el orden, tan loca de mierda, tan tan tan, es amada y ama. Ama a ese rubio punk.

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