Hola, desde la tierra del sol y el vino. Estoy de vacaciones en Mendoza con mi hermana Nati. Viajamos de Buenos Aires a Mendoza en avión. Y nuestro primer destino se encuentra a unos 20 km de Mendoza Capital, en un lugar muy apacible y bellamente rústico conocido como Chacras de Coria. No podemos dejar de reírnos de lo citadinas que somos. Cualquier ruta que nos lleve por caminos demasiado tranquilos nos genera cierta incomodidad que se traduce en una risa nerviosa. ¿Nos asusta? Tal vez. O quizás haya algo genético en nuestra dificultad de adaptación a los ambientes tranquilos, siendo los medios hostiles y complejos, nuestro hábitat natural. ¿Nos asusta? Nos resulta extraño en principio, pero lo apacible de los matices que aportan los árboles y la calidez de las cadenas motañosas al final de la ruta, nos seducen desafiando nuestra voluntad. Olvidarse el reloj, dejar el celular en el fondo del bolso y quitarse la mochila que cargamos la mayor parte del tiempo, significa que el aire nuevo recientemente inhalado hizo efecto antes de lo pensado. Entrando en ese modo en el que los pies flotan, los hombros bajan, el cuerpo se reacomoda y se alista para disfrutar las experiencias que vienen.
