Crónica de una mente eternamente despitada

Y sí, mal que me pese, hay una cualidad con la que nací, y que tengo la leve impresión de que se convirtió en un sello personal. El despiste es un rasgo de mi personalidad, que viene conmigo a todas partes sin pedirme permiso. Se cuela en todo momento, y me descuajeringa muchas cosas.

Hago un esfuerzo sobrenatural para no ser tan despistada. Pero es más fuerte que yo. A veces creo que en la gelatinosa masa que llamamos cerebro (dddddd), entre un hemisferio y otro, debo tener un hueco, una nervadura, una comisura muy amplia que hace que se me caigan algunas cosas. Y sí, sucede que hay cosas que intentan adherirse a mi cerebro, como fideo que tirás al azulejo para ver si está al dente, pero que después caen, caen por ese intersticio que divide a mis dos lindos hemisferios. Esta es una hipótesis, simplemente, que esbozo en estas líneas porque no se como justificar semejante virtud ¿?

Mamá me lo dijo una vez, vos no te cases… No, no me dijo eso, me dijo: «sos despistada como tu madre». Nada más cruel como los años para demostrarnos que lo que intentamos evitar, se pega como chicle en suela de calzado. Cuesta desprenderlo, pero no es imposible. Es cuestión de maña y no de fuerza.

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